Vemos cada día que los efectos del cambio climático se hacen sentir en todo el mundo. Los ciclones están devastando comunidades, destruyendo hogares, carreteras, escuelas, centros de salud e infraestructuras vitales. Las olas de calor y las sequías calcinan la tierra y la hacen infértil e inhabitable para la flora y la fauna, devastando los medios de subsistencia de las personas que dependen de la tierra para alimentarse y alimentar a sus familias. Los incendios forestales arrasan nuestros entornos naturales y destruyen muchas partes de la creación divina. El calentamiento de los mares está devastando la vida marina, con graves consecuencias humanas para los pescadores y las comunidades a las que sirven, y la subida del nivel del mar amenaza la existencia misma de algunas naciones.
No todos los impactos del cambio climático tienen un cálculo económico. Mientras que podemos calcular el coste del cambio climático en la destrucción de infraestructuras, casas o tierras agrícolas, se está perdiendo y dañando mucho más que es inestimable, precioso y al que es difícil asignar un valor monetario. Cuando especies enteras se ven amenazadas, ricas culturas y naciones corren peligro, debería sonar la alarma para todas las personas de buena voluntad del mundo: ahora es el momento de actuar.
Esta crisis es una crisis común para toda la humanidad, y la justicia exige que aquellos con mayores medios y responsabilidad asuman la responsabilidad de impulsar soluciones urgentes. El Fondo para pérdidas y daños establecido en la COP27 fue una señal de que el mundo está dispuesto a tomarse en serio estas amenazas y a reconocer los gritos de justicia en todo el mundo.
Como líderes religiosos, nos preocupa intrínsecamente el bienestar de las personas, la búsqueda de la justicia y la aplicación de los principios morales a la toma de decisiones cotidiana.
El camino hacia la justicia no siempre es obvio. Pero en este asunto, está claro como el agua. Hay una profunda falta de armonía en el corazón de la crisis climática que está perjudicando sobre todo a nuestros hermanos y hermanas más pobres. Muchas naciones pobres, que son las que menos contribuyen a esta crisis y que ya luchan por garantizar las necesidades básicas de su población, están pagando ahora el precio de las acciones de otras naciones. El Fondo de Pérdidas y Daños debe corregir esta injusticia: Un Fondo de Pérdidas y Daños adecuado a su finalidad, que haga llegar el dinero a quienes más lo necesitan, que cuente con los recursos adecuados sobre la base del principio de que quien contamina paga, y que aborde plenamente las pérdidas y daños no económicos.
Un fondo de este tipo podría corregir la profunda injusticia que subyace a la crisis climática, construyendo la paz, la armonía y la solidaridad para responder a este desafío a nuestro hogar común. Es vital que esto vaya acompañado de una acción urgente para reducir las emisiones lo antes posible, con el fin de garantizar que no se supere el objetivo de 1,5 ºC de temperatura, y de invertir en esfuerzos de adaptación esenciales para evitar daños futuros.
Nosotros, los abajo firmantes, líderes religiosos de todo el mundo, hacemos un llamamiento a la COP28 de Dubai para que acuerde la creación de un Fondo de Pérdidas y Daños adecuado a su finalidad y que realmente satisfaga las necesidades de las personas que se encuentran en primera línea de la emergencia climática:
- El fondo debe ser accesible, garantizando que las comunidades necesitadas de todo el Sur Global reciban el dinero que necesitan para recuperarse y ser dueñas de su propio futuro.
- El fondo debe ser integral, apoyando tanto las respuestas a pérdidas y daños económicos como no económicos, para fenómenos meteorológicos extremos y fenómenos de evolución lenta, como la subida del nivel del mar y la desertificación.
- El fondo debe ser restaurativo, concediendo subvenciones y no préstamos sobre la base del principio de que quien contamina paga.
- El fondo debe ser representativo, basarse en los derechos humanos y el principio de subsidiariedad, y estar dirigido por una junta equitativa que actúe en pro del bien común.
- El Fondo debe ser eficiente y eficaz, proporcionando una respuesta rápida en caso de catástrofe, apoyo a largo plazo para proteger de daños futuros y actuando como fondo mundial emblemático para hacer frente a pérdidas y daños junto con otros mecanismos de financiación.